Las incomprendidas casas de abrigo

 

En Venezuela existen muy pocas experiencias de sistematización publicadas acerca del programa casas de abrigo, consagrado en la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y dirigido a proteger la vida y la integridad de las mujeres en situación de violencia extrema, por razones de género. Es decir, aquellas que son perseguidas por los agresores para ser asesinadas, heridas, dañadas cruelmente en sus cuerpos y en sus psiques.

Sin embargo, sobre las casas de abrigo existen muchas historias que contar. Empezando por aquellas de las propias mujeres afectadas que, después de ser atendidas en el programa, pudieron salir del ciclo de la violencia con firmeza, valentía y sobre todo comprensión de su situación, gracias a su capacidad, recursos personales y redes de apoyo. También hay historias no tan felices, más bien tristes, donde las injusticias propias del Estado patriarcal aunadas a innumerables dificultades en la vida de las mujeres, influyeron para que no lograran superar algunas situaciones muy dolorosas.

En todos los casos, las mujeres que acudieron a las casas de abrigo regidas por el Estado venezolano a partir del año 2001 fueron acompañadas por equipos de trabajadoras comprometidas, responsables y formadas que les proporcionaron protección, apoyo y contención, luchando junto a ellas por la garantía de sus derechos. Estas trabajadoras también fueron afectadas por la violencia institucional de un Estado patriarcal que no termina de comprender la importancia de su trabajo, del programa y su sentido. Un Estado que no reconoce el trabajo de estas cuidadoras, minimiza su importancia y cuestiona su pertinencia, tal y como lo hace usualmente con el resto de las mujeres, la mitad de la población.

La primera casa de abrigo puesta en funcionamiento por el Instituto Nacional de la Mujer-INAMUJER llevaba por nombre Casa de Abrigo “Argelia Laya” (CAAL). Dicha casa comenzó funciones en 2001, en un municipio del estado Aragua. A partir de 2004, otra casa del INAMUJER en Caracas funcionó como casa de abrigo, la casa “Elisa Jiménez”. En 2009 comenzó a utilizarse como refugio de personas afectadas por las lluvias y luego fue destinada a otras funciones. Existió otra casa ubicada en Caracas, en zona limítrofe con el edo. Aragua, que en principio daría lugar al programa pero luego no fue posible, al ser ocupada inapropiadamente por particulares.

Producto del trabajo con las casas de abrigo en esa primera época, surgió una sistematización pionera: Las casas de abrigo: experiencia de crecimiento, publicación editada en 2015 por la Fundación El Perro y La Rana. Se puede encontrar en línea en https://www.yumpu.com/es/document/read/57337287/las-casas-de-abrigo-experiencia-de-crecimiento.

Esta es una lectura obligada para comprender las amplias dimensiones del programa y su gran aporte social. También para que hoy no nos quepa en la cabeza cómo es que en 2021 no queda, que se conozca, una sola casa de abrigo abierta en el país, bajo la supervisión del gobierno central.

Entre 2013 y principios de 2017 se abrieron y reimpulsaron al menos cinco casas de abrigo en diferentes estados del país (Aragua, Cojedes, Monagas, Trujillo y Sucre), incluyendo la casa “Argelia Laya”. Algunas de las autoras de la publicación ya señalada, junto a otros equipos de trabajo, contribuyeron con mística, dedicación y compromiso a formar desde la perspectiva de género y seleccionar a las trabajadoras de las casas (coordinadoras, psicólogas, abogadas, facilitadoras, educadoras, gestoras sociales, asistentes de administración, de cocina y de limpieza, entre otras). Un proceso no exento de tropiezos y dificultades, pero con la fundamental tarea de dirigir esfuerzos y recursos de todo tipo a ejecutar nada menos que una política pública feminista para atender la violencia machista dentro del Estado patriarcal. Una osadía.

Los cuestionamientos patriarcales a las casas suelen ser siempre los mismos. “Las casas de abrigo son muy costosas”; “alimentar a mujeres, niñas y niños por el tiempo que necesiten estar en las casas es muy caro”; “los gastos de mantenimiento son impagables”; “no hay vehículo para traslados de emergencia” o “los carros están en el taller y no hay repuestos”; “no se pueden reponer las cajas chicas”; “no se pueden contratar taxis”; “no hay proveedores de comida”; o quizá el más indignante, ignorante e irrespetuoso: “esas mujeres tienen que trabajar, no pueden ser unas mantenidas por el Estado”.

En suma: cuando hay tiempos de bonanza, el dinero de las instituciones se debe invertir primero en cualquier cosa antes que en la protección de las mujeres. Siempre habrá una excusa para no hacerlo, que servirá más adelante, en tiempos de crisis, para cerrar las casas de abrigo o para dejar de prestar cualquier servicio que exista a favor de los derechos de las mujeres.

Durante la época en la que funcionaron las cinco casas que luego fueron cerradas, se realizó un intento de sistematización del protocolo de ingreso y atención en el programa. Pero entre las diversas prioridades partidistas del Estado patriarcal no figuraba este tipo de sistematizaciones técnico-conceptuales. Por lo tanto, el intento fue en vano.

En 2020, la publicación de un modelo de protocolo de ingreso y atención para las casas de abrigo fue posible, gracias al apoyo de la cooperación internacional. La Guía de acción para el ingreso y atención en casas de abrigo vio luz en un esfuerzo conjunto entre el Instituto Tachirense de la Mujer (INTAMUJER) y el Fondo de Población de las Naciones Unidas-UNFPA, unida a la apertura de una casa de abrigo regida por el gobierno regional de Táchira. Se puede conseguir en línea aquí: https://venezuela.unfpa.org/sites/default/files/pub-pdf/guiaaccioncasaabrigo.pdf.

La necesidad de sostener este programa que salva la vida de las mujeres continúa existiendo. Las casas de abrigo siguen siendo el programa más incomprendido por las instituciones competentes del Estado, que precisamente por calificarse de competentes deberían comprenderlo a cabalidad y mantenerlo abierto, con atención digna, cálida y de calidad.

Quedan estos materiales de referencia como un soplo de aliento vital para las casas, sus historias y la vida e integridad de las mujeres que necesitan de su existencia.

@lagabafeminista

@gabrielamalaguera

Gabriela Malaguera

 

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